Llega el enamorado a la casa de la novia. La madre, de costumbres tradicionales, tej�a en la sala de su casa. En su habitaci�n, la enamorada terminaba de prepararse. Azucena era una perrita juguetona que le encantaba jugar debajo de una silla mecedora, precisamente la elegida por el enamorado para sentarse a esperar a la joven. El joven hab�a comido cosas que le ten�an la barriga llena de gases. Sin darse cuenta, uno de los gasesitos (muy maloliente) le traicion� y sali� de su cuerpo inadvertidamente. La se�ora al percibir el hedor exclama:
"�Azucena!"
Ante la situaci�n, el joven piensa:
"�Qu� bueno que la se�ora cree que fue la perrita!" Y aprovecha para soltar otro gas.
La se�ora repite �Azucena! por segunda, tercera, cuarta y hasta una quinta vez.
Sonriendo, el enamorado le dice a la se�ora:
"No se preocupe, se�ora, los perritos son almas inocentes. D�jela jugar debajo de la silla, no hay problema conmigo".
"�Ay, se�or, si la dejo ah� usted me la va a matar a peos!", responde angustiada la se�ora.
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